4.5.11

Cristalazo | Padre nuestro

Alan Santacruz

Quizá uno de los más populares personajes de ficción, entre los muchos que representan la figura paterna, sea dios. Yahveh emite complicados códigos de conducta (que, vale anotar, él mismo incumple) y castiga con divertida severidad las faltas de sus hijos terrenales. Zeus, en un tono más relajado, se conforma con regar su semilla dentro de cuanta fémina (sin distingo de diosa o mortal) tenga cabida en su laxo estándar y amplio criterio de dios, para terminar hastiado por las consecuencias de los actos de sus hijos; por las consecuencias de sus propios actos. El padre celestial del rabí carpintero arrojó a éste a manos de los hombres para que lo matáramos a fin de perdonarnos un pecado que no habíamos cometido, inaugurando así el movimiento del teatro de la crueldad (adjudicado después a Antonin Artaud).
Papa was a rolling Stone. Wherever he laid his hat was is home –and when he died?- All he left us was alone. Así se retrató la figura del padre ausente desde la perspectiva de The Tempations: el hombre solo que vaga por la vida y deja en abandono a su progenie para que, al final, los herederos de su simiente cuestionen la huella anémica de la orfandad.
Dreverhaven, padre de Katadreuffe, explora el símbolo del progenitor que (además de ausente) violenta activamente la existencia del hijo. El melodrama negro Karakter, del holandés Mike Van Diem, atina a describir la relación fóbica que puede existir en el lazo sanguíneo de la paternidad.
Hamlet vive un periplo hacia la locura tras seguir la pista de su padre muerto, de cuyo espectro no puede (y, eventualmente, no quiere) escapar. Shakespeare, conocedor de la naturaleza humana, dramatiza sobre los límites de la lucidez, el rencor, la venganza y la responsabilidad de asumir el rol de aquel ausente que aportó semen a fin de hacer posible la existencia del protagonista, quien termina su drama con la amargura del huérfano que sabe; que se sabe.
-Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.- Con tal frase llena de contundencia, inicia la aventura del hijo que intenta cumplir la promesa de encontrar al progenitor buscándolo entre el polvo y el tánatos para terminar rodeado de fantasmas. Rulfo posee la capacidad de situarnos en un mundo en el que, para sondear por la historia paterna, el viajante debería portar una ouija. Es siempre, el padre, ese gran fantasma.
Juan Dahlmann murió por estar condenado a tener, en su línea ascendente paterna, a Johannes Dahlmann: convaleciente y perdido en un pueblo del sur, el nieto empuñó el cuchillo que cifraría su sino; enaltecido y cegado por un curioso deber de alejarse de la biografía que el abuelo paterno padeció en los años criollos de la pampa. Borges, en El sur, prueba que el influjo de la paternidad puebla allende las generaciones.
La música, el cine, el cuento, el teatro, la novela, y en general las expresiones artísticas, han intentado entender y explicar estéticamente el arquetipo del padre. El maestro Juan Villoro (con mejor pericia que la de este fárrago, amablemente leído por usted) aportó en su texto En nombre del padre diversos acercamientos de la literatura al conflicto humano de la paternidad. Este perenne conflicto hace que el drama humano (desde la oscuridad de los tiempos) haya tendido más hacia la tragedia que hacia la comedia. Es trágica y catártica la manera en la que el oscuro sith, Darth Vader, revela al joven Skywalker la íntima ligadura con la que gira la tuerca de esta trama que (guste o no) es referencia obligada en la cultura popular contemporánea y que posiciona a los personajes en una relación polar de fobias y filias: -There’s one thing that Obe Wan never told you: Luke, i am your father-.
MÁS ALLÁ DEL TERRIBLE GUSTO ENTRAÑADO EN ILUSTRAR CON CUALQUIER CLICHÉ; ES POSIBLE COMENTAR QUE LA REALIDAD SIEMPRE SUPERA A LA FICCIÓN.
No es pretensión generalizar, pero sirvan dos perlas: los medios de comunicación en nuestro país surrealista han dado cuenta de casos trágicos en los que se expone la atroz relación del padre y su progenie. Paulette (ya muerta) modificó la agenda pública de la nación gracias a los abyectos empeños de sus padres. Javier Covarrubias logró enfrentar a la camorra del barrio bravo de Tepito contra la policía del Distrito Federal en un intento por ocultar el destino que le prodigó a sus vástagos, fallecidos a causa de sus manos y su locura. ¿Sería posible que lo anterior pueda sublimarse estéticamente para, desde el arte, provocar emociones y reflexiones distintas a la atrocidad de la realidad? ¿Puede el arte representar la tragedia humana ante tal expresión real de lo horrible? ¿Éticamente es deseable la estética necrófila? ¿La necrofilia debe desprenderse de la relación padre-hijo? ¿Cuál es el límite entre arte y apología? ¿Debe ser el artista un resonante de su contexto social? ¿El discurso del arte sobre la paternidad debe ceñirse a la cursilería fútil de la canción Mi querido viejo?
La paternidad es una profesión que, algunas veces, se elige voluntariamente. Tal profesión se acomete sin instructivo ni manuales de operación, sin mayor orientación que la experiencia de haber tenido (o no) un padre. El padre actúa por empatía o repudio al padre que le precedió. Si se graficaran las referencias que, como padres, los hombres poseen de sus padres, se lograrían loquísimos gráficos de fractales. Y esto, ad ovum, impacta en la forma de concebir y ejecutar el arte.
Finalmente, todos tenemos un padre que con acción u omisión ha marcado y, acaso, condicionado nuestra interpretación de la realidad. La expresión artística no puede sustraerse de este fenómeno humano. Tal vez por ello fue que Damien Hirst realizó su plástica In Nomine Patris (In the Name of the Father, 2004-2005) perteneciente a la colección The death of god, en la que el hijo es representado como un cordero desollado, abierto en canal, en pose de crucifixión y emparedado entre cristal y acero; solo y sólo.
Al final, vivimos en falta. Al final, existimos a condición de ser hijos.

/Tomado de El Gran Vidrio, número 0.
Comments
2 Comments

2 personas tienen algo que decir:

Unknown dijo...

Bien lo decía William Harvey amigo "Ex ovo omnia" como Chuck Norris que en vez de emerger del vientre de su madre, salió de los huevos de su padre.

Unknown dijo...

Para hablar de dios y los padres, para ser hijo no es necesario tener un padre, yo soy hijo de la luna, engendrado de su vientre hermoso y casto, pero al igual que la bella retorica de mis palabras, son imágenes humanas que acuñamos como verdades, dios no existe, el padre será siempre el padre pues nadie elige donde nacer, no precisemos honrar ni a uno ni al otro.

Muy buen texto, me encanto como abordaste el tema.